domingo, 10 de marzo de 2013

Cuento de hadas (2.1.)

  Desde la distancia se escuchaba el golpear de los cascos contra el suelo. El caballero galopaba en su caballo, loco por recorrer los últimos kilómetros que le separaban de su amor. Sin prestar atención al agotamiento suyo o del animal, continuaba presionándole para llegar al castillo donde yacía lo antes posible, para romper el hechizo antes de que fuese irreversible.
  Quién le iba a decir a él poco antes que llegaría a estar en esta situación. El caballero tenía apalabrado un matrimonio más o menos agradable con una noble menor del reino, lo que le reportaría una vida cómoda y holgada sin muchas preocupaciones. Pero esa boda jamás llegó a celebrarse, no cuando apareció de repente en su vida otra persona que le robó el corazón y le abrió los ojos a la verdad y al amor.
  Pero sus familias no iban a permitir que los amantes destruyesen las vidas cuidadosamente planeadas que tenían para ellos, por lo que contactaron con la criatura más terrible que caminaba sobre la faz de la tierra: la malvada bruja Media, para que resolviese el problema.
  El caballero apretó los puños con rabia al recordar cómo Media había encerrado a su amor en una torre, sellándola con un hechizo de sueño que sólo se rompería, cómo no, con un beso de amor verdadero. Pero la posibilidad de romperlo era limitada. Si se tardaba más de un año y un día desde el momento en el que se formuló el hechizo, éste cobraría demasiada fuerza, condenando a su víctima a un coma eterno hasta el fin de los tiempos, cuando el mundo quedase reducido a la nada más profunda.
  Y el día siguiente vencería el plazo. De ahí la desesperación del caballero por llegar. Había superado demasiados peligros y obstáculos para llegar tarde en el último momento.
  Cuando, un año atrás, le arrebataron lo que más quería, encerrándole en una cárcel para evitar que saliese del pueblo, no demoró mucho en escaparse, y, con la ayuda de una amiga de la infancia, supo dónde habría de dirigirse. Pero la malvada Media no iba a dejar que nadie fuese feliz, ya que se alimentaba del odio, el morbo y la desgracia de las personas; así que lanzó un hechizo sobre el caballero haciendo que todas las personas con las que se encontrase por el camino le viesen como un monstruo horrible y tratasen de encerrarlo o de matarlo. 
  Y así, una multitud le persiguió hasta prenderle y encerrarle de nuevo a la espera de su ejecución. Por suerte,  en ese lugar habitaban dos gemelos huérfanos con poderes mágicos, que les permitían ver las cosas como son y no como parecen ser, y ayudaron al caballero a escapar. El caballero, agradecido, les prometió que pagaría su deuda y que volvería a por ellos algún día.
  Recorrió desiertos ardientes y montañas heladas, sorteando todos los problemas que Media ponía en su camino gracias a su valentía y a su buen corazón. Vivió grandes aventuras y pasó mil penalidades, pero nada parecía lo suficientemente duro para hacerle desistir de su empresa. Resistió lo irresistible solamente con el deseo de llegar, tomar la mano de su alma gemela y besar sus labios una vez más, para poder estar juntos toda la vida.
  Finalmente, con el corazón latiendo desbocado en el pecho, el caballero llegó a la torre, y corrió subiendo las escaleras hasta llegar a lo más alto. Pero Media guardaba un truco más en la manga. Se había disfrazado, tomando la apariencia del padre del caballero, al que éste amaba y respetaba profundamente, y se había colocado en la puerta de la habitación bloqueando el paso.
  Cuando el caballero llegó, el falso padre se echó a llorar diciéndole que cómo había podido hacerle esto, que él solamente quería su bien y que, por favor, volviese a casa y olvidase todo el asunto. Que estaba dispuesto a perdonarle. El caballero dudó, las palabras en boca de su padre le causaron un tremendo dolor en el corazón, ya que no quería decepcionarle. Casi llegó a convencerse, pero cuando se disponía a marcharse resignado se dio cuenta de que, si bien su padre quería su felicidad, ésta no residía en pasar toda su vida negando a quien amaba, así que se lo dijo. La reacción de la bruja fue tan exagerada que el caballero descubrió el engaño, clavándole acto seguido la espada en el corazón y enviándola al infierno del que había salido.
  Por fin, pudo entrar en la habitación. A pesar de la escasez de tiempo se detuvo un momento a contemplar a su amor. Sus cabellos dorados, su piel pálida, sus ojos, que aun estando cerrados, el sabía que eran del color de la miel en verano. Su príncipe.
  Avanzó hacia él, y tomando su rostro masculino de rasgos angulosos, le besó en los labios, rompiendo así la maldición. El príncipe despertó, y cogió las manos del caballero que había ido a salvarle. No dijeron nada, pero su mirada hacía superficiales las palabras.
  Regresaron a su hogar, y de camino, recogieron a los dos gemelos acogiéndoles como si fuesen sus propios hijos. Las familias se alegraron tanto de recuperarles que suplicaron el perdón de la pareja, dándoles su bendición. Se casaron y la boda fue el acontecimiento más importante de todo el reino, durando 4 días y 4 noches. Y, cuando llegó el momento de subir al trono, fueron reyes justos y bondadosos, viviendo felices hasta el fin de sus días.

  Y colorín colorado... este cuento se ha acabado.



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