martes, 31 de mayo de 2011

Ruido

Un murmullo. Voces. Risitas. Alguna música lejana. De hojas, mesas, sillas. De pasos. ¡Sssssh! Nada.
No hay manera de concentrarse.

Súbitamente, se hizo la oscuridad, se hizo el silencio. Un halógeno del techo hizo un tímido intento de parpadear, pero desistió casi antes de haber empezado. ¿Seguía en el mismo lugar? Son curiosas las cosas que llegamos a preguntarnos cuando nos sacan de contexto. 
Parecía como si se hubiese producido un cortocircuito. Pero, ¿dónde? ¿En mi cabeza o en el alumbrado? En realidad, daba igual. No se atrevía ni a levantarse de la silla, pero algo había que hacer. Así que alargó el brazo hacia su derecha, donde se sentaba su compañero. Nada. ¿Y ahora qué? ¿Había de esperar una restauración de la normalidad repentina? ¿O levantarme y comprobar que efectivamente no había nadie? Se decidió por la segunda opción, palpando la silla y la mesa para evitar caerse. En verdad la oscuridad era impenetrable. Reparó en la ligera brisa que venía, la puerta de la calle seguía abierta. Fue hacia ella, y agarrándose al marco se asomó. Ni una luz a la vista. Qué sorpresa. Salió, y en cuanto puso un pie fuera, se hizo la luz. Y el ruido. En medio de una luminosidad cegadora, comenzó un coro de murmullos que pronto se convirtió en una algarabía de golpes, crujidos, chasquidos, ronquidos, pitidos y gruñidos. Parpadeó, ¿qué era eso?, sus ojos empezaban a acostumbrarse a la luz y entrevió enormes sombras oscuras que no casaban muy bien con la idea que tenía del lugar. El ruido aumentaba de volumen. Seguía aumentando. ¡Era insoportable! No más, por favor. Sentía sus tímpanos a punto de romperse. Acabó por escapársele un grito, y entró de nuevo corriendo. ¿Y la oscuridad? No se había dado cuenta de que se había ido. Chocó contra una mesa, ¡mierda! y cayó al suelo. Ahí se acurrucó haciéndose un ovillo y tapándose los oídos.

Su cabeza cayó contra el ordenador que tenía delante. Su compañero de al lado se levantó de un salto. ¿Qué te pasa? Se hizo el silencio en el lugar, iluminado como siempre y abarrotado de gente. Sólo se oyó su vocecilla que anunciaba algo débilmente.
No hay manera de concentrarse... con este ruido.



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