lunes, 23 de mayo de 2011

Algo para huir

Hoy, me apetecía contar una historia. Pero por todo esto de manifestaciones, elecciones, exámenes y demás; veo que tengo la cabeza en otra parte. Eso me cabrea un poco, ya que, bueno, debería poder desconectar y contar mi historia a quien esté interesado en escucharla. Así que lo voy a intentar. Aviso que, obviamente, no va a ser de las mejores que escriba, pero que es algo así como un intento desesperado de escapar de esta realidad tan gris que hay ahora mismo. Puede ser que resulte interesante. Veamos...

"Caminando por la nada, puede que un día encuentres algo, querido viajero. Un viaje a ninguna parte no es algo posible, hacia algún lugar te llevarán los pies. Y si corres, en lugar de andar, es más probable que tropieces y caigas. O que te canses antes y debas sentarte a descansar, y así pierdas el rumbo. Porque tu vía no es azarosa; por mucho que lo parezca, hay algo que guía tu andar. Si eres diestro, tomarás curvas a la derecha. Si eres zurdo, a la izquierda. Apreciarás más las suaves pendientes que las colinas escarpadas. E, inconscientemente, buscarás el cauce de un río o el remanso de un lago o un mar. Pero que esto no te frene, mi aventurero amigo, porque es parte de la magia del mundo. Todo sigue un ritual inapelable, grabado a fuego en la misma naturaleza, en tus genes. Eso es lo que te conecta a todo ser vivo de esta tierra, eso es lo que te hará sentir como en casa en cualquier parte."

Ella arrugó el papel entre sus dedos. Por más vueltas que le daba, no era capaz de comprender el críptico mensaje. ¿Qué le decían a ella de viajes, si estaba en silla de ruedas? ¿Era una especie de broma? Pensó enfadada que no tenía ni la menor gracia. Ni caminares, ni leches. No estaba para esas cosas. Conforme iba aumentando su cabreo, iba apretando más la hoja en la mano sin atreverse a soltarla. Le intrigaba, a su pesar.
Entonces notó un leve mareo y un temblor en la espalda. Un temblor que bajaba hasta... ¿las piernas? ¿Cómo era eso posible?
De pequeña había sido alumna de un colegio de monjas. No recordaba gran cosa de aquella época, pero en ese momento se le vino a la cabeza la historia de Lázaro. Había una frase, algo que no alcanzaba a tocar con su memoria, pero que de repente le parecía muy importante, no por la connotación religiosa sino por...
¡Ah, sí! ¡Ya se acordaba! A Lázaro le dijeron: "levántate y anda".
Así ella se levantó. Y comenzó a andar. Los primeros pasos fueron torpes y vacilantes, pero en seguida cogió seguridad. Sus conocidos miraban hacia ella con pasmo.
"...como en casa, en cualquier parte".

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