sábado, 2 de julio de 2011

Ascenso

    Dos montañeros peleando contra la naturaleza por el premio de la cima. Como compañía, uno del otro; se entiende que es forzosa la convivencia, pero no por ello menos agradable. Ambos escogieron ser compañeros.

    Al principio la marcha es fácil, apenas un paseo, la frescura y el verdor abundan por doquier y al respirar se huelen perfumes ligeros de flores que salpican el camino; una maravilla, vamos. Los insectos son pequeñas molestias que apenas se tienen en cuenta.

    El camino se va empinando, descienden las temperaturas y poco a poco el verde se va reduciendo a unos matojos grisáceos al borde del camino. Esto hace sonreír a los escaladores, el desafío real se acerca, poner a prueba su valor, su resistencia, alcanzar la meta... es por lo que emprendieron el viaje. Gente previsora, iban preparados: para el frío, abrigo; para el tortuoso camino, unas buenas botas; algo de comida... y siguieron el ascenso emocionados y motivados al máximo.

    Pero, ¡ay! amigos, la montaña es más dura de lo que se podría suponer. La madre natura rebosa orgullo, y suele tratar de castigar a aquéllos que osan desafiarla. No todo ser humano tiene lo que se debe tener para vencer en estas lides. Así que el abrigo pronto pasa a ser insuficiente para mantener el calor, las botas son demasiado blandas y la comida se termina antes de lo previsto. Los dos compañeros siguen adelante a duras penas, determinados a ganar o a morir en el intento, pero incluso esta sólida relación va siendo minada por lo extremo de la situación. "Si se perdiese, tendría más comida para mí solo", piensa uno; "si cayese, me pondría su abrigo", piensa el otro. Luego se miran a los ojos y apartan la mirada, avergonzados y asqueados consigo mismos... después de todo lo que han pasado juntos... ¿cómo pueden pensar así? El sufrimiento, queridos míos, nunca fue buen consejero.

    Llega un momento en el que el camino desaparece, todo es un ascenso vertical. Sacan el equipo de escalada y continúan la marcha. Ya queda tan poco para llegar a la cima que parece increíble que estén de tan mal humor. Discuten casi continuamente por tonterías, y durante la noche, apenas hablan. En una ocasión, el que va encima resbala y cae, siendo salvado por el otro. "¡Ha faltado poco!" dicen sentándose en un saliente para recuperarse del susto. Por primera vez en días se sonríen, casi pueden oler la meta. Se ponen de nuevo en marcha, en el mismo orden. Y cuando están a escasos metros de culminar el ascenso, el primero se da la vuelta y grita algo. Sus palabras se pierden en el viento y la nieve, y el de abajo no le entiende. Le hace gestos para que le alcance. Cuando llega a su altura le pregunta "¿Qué decías?" su amigo sonríe "Nada, nada... que todo lo que sube, baja" y acto seguido le propina un empujón que hace que se precipite al vacío.

    La montaña tragó su grito y su cadáver. El otro observó tranquilamente la caída y cuando lo perdió de vista se encogió de hombros y siguió subiendo. Dos palabras en su cabeza hasta que él solo coronó la montaña:


"ascenso... descenso".



1 comentario:

mauvia dijo...

qué malo es el ser humano, me vienes a decir.