martes, 5 de abril de 2011

Una necesidad inapelable

Querido diario:
Hoy me he levantado con un cosquilleo en el estómago. He desayunado fuerte, aunque no es mi costumbre, algo así como huevos, tostadas, mermelada, café y un zumo de cereza; no me acuerdo muy bien. Me he duchado y he ido al armario. Todo lo que tenía se me ha antojado incómodo e inútil, así que he subido al desván y he abierto un baúl. Me ha entrado tos por el polvo, pero cuando se ha disipado he encontrado lo que quería: las botas de mi padre. Me las he puesto y no es sólo que me sentasen bien, sino que parecía que siempre habían estado en mis pies. También me he puesto sus pantalones de trabajo y una camiseta de tirantes blanca, mía.
He cogido el teléfono y he llamado al trabajo, diciéndoles que me había surgido algo urgente y no podía ir. Creo que no lo han comprendido muy bien, pero me da igual. Luego he cogido el coche y me he ido al aeropuerto. Con más de la mitad de mis ahorros, he comprado un vuelo.
Me he comprado una novela de un autor que no conocía, y me he puesto a leerla.
Ahora estoy en el avión. 
Estarás preguntándote, diario mío, qué narices hago en un avión. Me voy. Pero no a lo loco, no creas. Sé donde voy, exactamente. Sé lo que voy a hacer cuando llegue ahí. Sé lo que quiero, y voy a por ello. Cuando  haya acabado, volveré. Y todo estará bien. Hasta que vuelva a levantarme con un cosquilleo en el estómago.
Pero eso nadie sabe si volverá a ocurrir, ¿no?
El avión está aterrizando. Mi vida me espera en casa. Que espere un poco más, yo tengo algo que hacer.
Una necesidad inapelable.

                          

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