viernes, 5 de noviembre de 2010

Morbosidad inherente

Hace tiempo vi una película, de la que ahora mismo no podría decir el nombre. Era una de estas pelis malas de miedo que vemos cuando no tenemos nada mejor que hacer.
El tema, creo recordar, era la historia de un hombre cuya madre había muerto en un aparatoso accidente en un puente. Ese accidente se había divulgado por la red y mucha gente lo había visto y comentado, e incluso se habían reido de él. Y eso al hombre le enfurecía. Obviamente, era un desequilibrado, con ciertos impulsos psicópatas bastante sádicos.
Para vengarse, este individuo escogió una técnica, cuanto menos, bastante creativa: creó una página web desde la que se podía ver lo que grababa una webcam. Esta cámara enfocaba a una víctima (la primera fue un gato, después personas variadas) que se encontraba atrapada en una especie de "trampa mortal" que variaba según la víctima. Según las visitas que recibía dicha página web, la trampa se activaba y ocasionaba la muerte a la víctima a mayor o menor velocidad, según la afluencia de visitantes. Por ejemplo, una de las personas estaba atada dentro de una urna vacía, que con cada visita se iba llenando de ácido.
El punto fuerte del tema es que si nadie hubiese visitado dicha web, no hubiese sucedido nada a la persona que se encontraba atrapada.
Los protagonistas son los policías que investigan tratando de encontrar al criminal, intentan el cierre de la web pero es imposible (no se nada acerca de esto, y no recuerdo el por qué exacto), y entonces no se les ocurre mejor idea (como en toda peli de miedo que se precie, son un poco gilipollas) que sacar por las noticias la dirección de la página diciendo a la gente que NO se metan y el por qué.
¿Hay mayor tentación que la de pulsar el botón rojo? Somos humanos, señores, y total... si nadie se iba a enterar y era solo una miradita...
Por supuesto, las visitas aumentaban a un ritmo vertiginoso. Y cada visita convertía a una persona anónima de internet en un asesino.
¿El final? Eso no es importante, a lo mejor el lector se encuentra un día con esa película y se acuerda de mí. O no.
Y ahora, puestos en antecedentes, la pregunta del millón que me ha llevado a contar toda esta película: ¿Hasta dónde podría llegar este gusto por el morbo tan arraigado en la raza humana?
o ¿Qué somos capaces de hacer si se nos garantiza el anonimato?



Piensa en ello ¿Tú habrías mirado?

1 comentario:

imperfecta dijo...

Jolín, vaya peli... peor que las de Saw! (ahora es cuando me dices que te gustan)
Yo creo que en cuanto la persona se siente un poco anónima, le salen alas para cotillear. Es imposible que no lo haga. La curiosidad mató al gato...