martes, 17 de enero de 2012

Reflexiones en exámenes.

Mis queridos amigos, hoy os vengo con un relato intimista, especial y verídico de esas pequeñas reflexiones que un cerebro sobrecalentado por largas horas de estudio puede llegar a realizar. 


    Estaba yo en una biblioteca, ya dando los últimos retoques a la apasionante tarea de redactar un ensayo extenso acerca de un tema igualmente extenso en unas pocas horas (vivir al límite es uno de los pequeños placeres de la vida, amigos). Mi cabeza estaba inclinada sobre la variedad de papeles, libros y material de escritorio que rodeaba mi ordenador; y notaba mi espalda y cuello tensos en una postura antinatural llamada "postura de estudio" que había sido mantenida durante largo rato. Me enderecé y froté mi cuello pensando "¡Cómo me duele el cuello! Me duele... lo que no está escrito. Oseasé, mucho." (Los pensamientos aquí expuestos están recabados con rigurosa literalidad).
    "Lo que no está escrito... significa mucho..." Y aquí ocurrió el milagro. Las puertas del maravilloso mundo de la lingüística se abrieron ante mí, ¡el idioma dejaba de tener secretos para mostrarse desnudo ante mis ojos!: "¡Lo que no está escrito significa mucho!" "¡¡¡Queda mucho por escribir aún, por eso se dice así, eso significa MUCHO!!!"
    El júbilo y el alborozo llenaron mi alma por mi fastuoso descubrimiento, ¡¿cómo podía haber pasado eso desapercibido para mí durante tantos años?! ¡¿Qué clase de misterios me depararía la lengua?! ¡¡¡Todo tenía sentido!!! Pero en el momento culmen de mi irrefrenable entusiasmo, de repente, hundí la cabeza en mis manos.

    "Ginebra, creo que ya es hora de parar de estudiar" Sí, cuando se llega a un cierto punto, es mejor irse a casa.



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