sábado, 5 de marzo de 2011

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En la penumbra de la habitación unos ojos se abrieron. Tenía la cara sudada, aunque no hacía demasiado calor. Motas de polvo se reflejaban en los tenues rayos de luz que se filtraban por la persiana. Carraspeó y se incorporó. Se pasó las manos por el pelo y se frotó los ojos para terminar de despertarse. Bostezó y miró hacia el frente. Hacia lo que le obsesionaba.
Rascándose la cabeza se dirigió hacia el armario y lo abrió, revelando un revoltijo de ropa que necesitaba un lavado. Torció el gesto y seleccionó sin mucho convencimiento la camiseta que parecía menos mugrienta. Su mirada volvía sin querer al punto clave de la habitación, a lo que le mantenía ahí retenido. Se rascó la cara, la barba incipiente le picaba, debería afeitarse, pero no sería ese día. Su vista volvía a desobedecerle.
Abrió una nevera que había en un rincón, haciendo recuento mental de lo que debería pedir de provisiones y de lo que había: vodka, cerveza, leche, galletas... pero, ¿qué hacían las malditas galletas en la nevera? Se preguntó mientras las cogía. Tras dudar un poco, cogió también la leche. La abrió, la olió y la volvió a guardar; no, no había leche. Mordiendo una galleta, se giró hacia la mesa de escritorio que contrastaba con el resto de la estancia por estar casi vacía.
Tenía encima dos cosas: un potente y moderno ordenador portátil y un CD. Era el CD lo que le volvía loco. Por fuera, parecía algo normal, cutre, de los CD vírgenes que encuentras en cualquier tienda. Pero dentro... bueno, si lograba acceder a él sabría si lo que contaban era cierto, si tantas muertes para conseguirlo habían merecido la pena.
Casi resignado, dominado por una fuerza de voluntad que iba más allá de la suya se sentó una vez más en esa mesa, encendió el ordenador y metió el CD dentro. Normalmente no sucedía nada, o se abrían programas aleatorios, o había carteles y códigos que el creía tener que descifrar y pasaba así horas y horas...
Pero esta vez pasó algo nuevo. La habitación se oscureció tornándose en una negrura absoluta, sólo iluminada por la pantalla que era blanca y deslumbrante. Alzó las manos para protegerse la cara de la repentina luz. Empezó a sonar un ruido que al principio no pudo identificar, pero que no salía de los altavoces del ordenador, estaba en todas partes. Tontamente, se le vino la imagen de una pajita en un refresco y entonces reconoció el ruido, era succión. Se inclinó asustado hacia la pantalla en la que se habían empezado a reconocer formas de fondo, pero no se veía así que sin pensarlo se acercó un poco más... otro poquito más...
Se apagó de repente la pantalla y la habitación desapareció del mundo unos instantes. Cuando el ordenador se reinició, la estancia estaba vacía y las ligeras luces habían vuelto a filtrarse. La pantalla estaba gris, y en el centro brillaban como riendo unas palabras:
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Queridos lectores, me complace informar que el blog reanuda su actividad. He vuelto.
Fdo: Ginebra, Blogger.

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