viernes, 3 de diciembre de 2010

Por mucho que adore las palabras:

Hay cosas (una melodía, una imagen, un discurso...) que te hacen sentir tanto que crees que el corazón te va a explotar en el pecho, aunque en la práctica todo se resuma a un par de lágrimas compañeras deslizándose por tu cara o enjugadas rápidamente con el dorso de tu mano. Intentarás que nadie te vea, porque podría preguntarse qué te pasa y ahí te verías en una difícil situación: las palabras, fieles y útiles esclavas en otras ocasiones, te habrían traicionado y te darías cuenta de que ni un millón de ellas podrían empezar a esbozar lo que tú tienes dentro. Decir algo en esos casos implica comprimir algo tan puro como un sentimiento en algo tan corrupto como una palabra. Pero, vives en sociedad, ¿verdad?, así es que te tienes que someter a las normas sociales y contestar. Miente. O sé sincero, por difícil que sea. Te preguntarás ¿cómo voy a decirle que no es ni alegría ni penar, que simplemente es sentimiento?. Bueno, al fin y al cabo estás lleno de recursos, y otros antes que tú ya han dado un nombre (a mi gusto escasísimo, pero socialmente válido) a esto: llorar de emoción.
Y no le des muchas vueltas, todo ser sensible lo vive varias veces. Y quien no... bueno, supongo que él se lo pierde.


1 comentario:

Gris dijo...

Palabras, que todo lo pueden!

La próxima vez que te vea ahí con cara de "estoy-experimentando-algo-indescriptible" prometo no pedirte una explicación "socialmente válida". Sospecho que te pasará cuando veas por primera vez a un finlandés como Dios manda... ;-)